jueves, 24 de abril de 2025

Libros inolvidables: África llora, de Alberto Vázquez Figueroa

 


Libros inolvidables. Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós



 Los Episodios nacionales se componen de 46 novelas históricas divididas en cinco series. A pesar de ser fan de Benito Pérez Galdós y de haber leído hace mucho tiempo las primeras novelas de la colección, se me hacía un imposible leerlos seguidos. Lo fui dejando como una tarea imposible.

Fue a raíz del centenario de la muerte del escritor (en 2020) y de una exposición que se hizo en la Biblioteca Nacional, cuando me animé a hacerlo. En esa exposición, la gran Almudena Grandes explicaba en un vídeo el mérito de Galdós cuando se atrevió a poner en marcha esta gran obra destinada a llamar a las cosas por su nombre en el caótico mundo de la política española revisando su historia reciente aportando luz a donde había oscuridad y humor a donde abunda la tristeza y la desgracia. Almudena decía que emprender esta obra era de Quijotes y que la maestría con que lo hace el autor está al nivel de Cervantes.


Así fue como empecé. Los terminé dos años y pico después. Y he de decir que disfruté de cada una de las novelas y de cada uno de los personajes y que, tras leerlos me siento profundamente unido a la inteligencia, la valentía y la forma de ver las cosas del autor. 
Porque Galdós en ellos no sólo denunciaba las consecuencias del fanatismo religioso y los desmanes de la monarquía y el absolutismo (cosa esperada en él) si no que también se mofa del desorden de la política liberal mientras se compadece de las personas que, de uno u otro bando, siempre serán personas. 
Una grandísima obra que hace entiendas la situación actual del país, la naturaleza del ser humano, que hace que tu mirada ya no sea la misma. Los Episodios nacionales son, para mí, mis Libros Inolvidables, y se los recomiendo a todo el mundo (puedes leer novelas sueltas, aunque no te atrevas con todas)

José Ángel Álvarez C
Profesor CEPA I

Puedes leer los Episodios nacionales desde aquí en formato epub (para ordenador o tablet)

miércoles, 23 de abril de 2025

23 de abril, Día del Libro

Lo que contuvieran esos libros, en el fondo poco importaba. Lo que importaba era lo que sentían ante todo al entrar en la biblioteca, donde no veían las paredes de libros negros sino un espacio y unos horizontes múltiples que, no bien pasada la puerta, los arrancaban de la vida estrecha del barrio. Después venía el momento en que, provistos de los dos volúmenes a los que cada uno tenía derecho, los apretaban con el codo contra el costado, se deslizaban en el bulevar oscuro a esa hora, aplastando con los pies las bayas de los grandes plátanos y calculando las delicias que podrían extraer de sus libros, comparándolos con los de la semana precedente, hasta que, al llegar a la calle principal, empezaban a abrirlos bajo la luz incierta del primer reverbero para sacar alguna frase (por ej. «era de un vigor poco común») que los fortaleciera en su alegre y ávida esperanza. Se separaban rápidamente y corrían hacia el comedor para abrir el libro sobre el hule, bajo la luz de la lámpara de petróleo. Un fuerte olor de cola subía de la grosera encuadernación que raspaba los dedos.

    La forma en que el libro estaba impreso informaba ya al lector del placer que le proporcionaría. A P. y a J. no les gustaba la composición ancha, con grandes márgenes, en que se complacen los autores y los lectores refinados, sino las páginas llenas de caracteres pequeños, alineados en renglones poco separados, llenas hasta el borde de palabras y de frases, como esos enormes platos rústicos donde pueden comer varios a la vez y durante largo rato sin agotarlos jamás, y que son los únicos capaces de calmar ciertos apetitos enormes. De nada les serviría el refinamiento, no conocían nada y querían saberlo todo. Poco importaba que el libro estuviera mal escrito y groseramente compuesto, con tal de que la escritura fuera clara y llena de vida violenta; esos libros y solo esos les daban el alimento de sueños que les permitiría dormir después profundamente.



El primer hombre   Albert Camus